
Autora: Núria Prat, Doctora en Ciencias Ambientales por la University College Dublin. Gestora de proyectos internacionales de la Pau Costa Foundation.
El incendio de Rocallaura 1 tuvo lugar el 23 de junio y se propagó principalmente por bosque de pino blanco (Pinus halepensis). Apróximadamente un mes después, el 19 de julio, hubo un segundo incendio, Rocallaura 2 que se inició dentro del perímetro afectado por Rocallaura 1. Este segundo incendio también propagó por bosque de pino blanco, saltando a través de campos agrícolas, cultivos de frutales y acercándose a las poblaciones de Nalec y Rocafort de Vallbona. En total, el área afectada por los dos incendios fue de unas 817 ha.
Estos incendios propagaron por bosque mediterráneo de montaña, poco gestionado en muchas zonas. Por las cicatrices de los pinos más grandes, se deduce que la zona no sufría incendios desde los años 40, durante la Guerra Civil. En los últimos años, tanto la zona del incendio como toda la región del sud-oeste de Cataluña, en general, ha acumulado sequía invernal y estival aumentando la disponibilidad del combustible y facilitando la propagación del fuego durante ambos incendios de este verano.
Repasando el perímetro un mes y medio después del segundo incendio, pudimos observar algunos indicios de efectos a corto plazo del fuego en el ecosistema y decidimos escribir este post para compartirlo y debatirlo con vosotros. Queremos remarcar que los siguientes puntos sólo son observaciones y que no han sido sujeto de un estudio en profundidad.
Algunas observaciones:
- El fuego propagó a intensidad variable, causando una diversidad de efectos en el ecosistema, generando mosaico. Observamos que la intensidad del fuego queda imprimida en el paisaje. La diversidad de intensidades del fuego crea un mosaico de zonas quemadas que permiten romper la masa de vegetación densa y homogénea de algunas zonas que existía previa al incendio. Así, el nuevo mosaico de zonas verdes intercaladas con zonas quemadas y cultivos crea nuevos espacios para la colonización de las especies de zonas verdes contiguas, facilitando la regeneración del bosque y fomentando la biodiversidad de especies.
Zona quemada con alta intensidad. Crédito: PCF
- Identificamos algunas estrategias ecológicas del pino blanco para reproducirse en zonas quemadas con distinta intensidad. El frente del incendio propagó con más intensidad y calcinó la vegetación durante su paso. En esa zona quedan solamente los trocos quemados, cenizas en el suelo y nuevos espacios abiertos con mucha luz directa. Observamos también los efectos de la estrategia del pino blanco en las zonas quemadas con alta intensidad: con el calor del fuego, las piñas se abrieron y se esparcieron las semillas, que posteriormente se mezclaron con el suelo y las cenizas del propio incendio esperando su oportunidad para germinar.
En los flancos izquierdo y derecho del incendio la intensidad del fuego fue menor y solo se quemó parte de la masa arbórea. Allí el incendio propagó principalmente consumiendo la biomasa del sotobosque. Observamos que en esas zonas hay más densidad foliar impidiendo que la luz llegue directamente al suelo, en esos momentos recubierto de cenizas y de acículas de pino.

Zona quemada de baja intensidad. Crédito: PCF
- Acumulación de cenizas y carbón en el suelo con posterior cobertura de acículas de pino: protege el suelo de erosión, aporta minerales y nutrientes e impulsa la acumulación de materia orgánica. Estas condiciones las observamos en zonas donde la intensidad del fuego fue media-baja. El fuego consumió la vegetación densa del sotobosque generando una poda natural.
Posteriormente al incendio, en el suelo se acumulan cenizas y carbón resultado de la combustión de la vegetación que aportaran minerales y nutrientes para nuevas plantas. El suelo quedo cubierto de acículas, protegiendo así la movilidad de cenizas y carbón, pero también reduciendo la erosión potencial post incendio. Si las personas no retiramos los nuevos componentes del suelo, incluidos troncos y vegetación parcialmente quemada, estos van a contribuir a la acumulación de materia orgánica.

Sotobosque en zona quemada con media-baja intensidad. El suelo está recubierto de acículas de pino. Crédito: PCF
- La acumulación de carbono en el suelo post incendio tiene el potencial de contribuir a mitigar los efectos del cambio climático
Durante la combustión de la vegetación, una parte del carbono se emitió en forma de gases de efecto invernadero, principalmente CO2 y CO, pero otra parte se transformó en carbón orgánico y carbón mineral (cenizas). Ambas formas, siguen en el ecosistema y contribuyen a que el bosque siga siendo un sumidero de carbono. Incluso, formando algunos compuestos que son resistentes a la degradación, como el black carbon, y que perduraran en el sistema durante más tiempo que la vegetación per se.
- Algunas especies empiezan a rebrotar a corto plazo, a pesar de la escasez de lluvia precipitada desde el incendio
Observamos que algunas especies, como la encina (Quercus ilex), rebrotan un mes y medio después del incendio. Este ejemplo demuestra la adaptación de las especies mediterráneas a los incendios forestales desarrollada durante milenios. Esto nos sirve para recordar que no es necesario reforestar un bosque cuando se quema, porqué el impacto de la intervención humana potencialmente, será mayor que las estrategias desarrolladas por las especies que llevan conviviendo con el fuego durante milenos.

Ejemplo de encina rebrotando de forma natural en una zona quemada con alta intensidad en la zona de Rocallaura 1. Crédito: PCF.
- Presencia de algunas especies aves que se benefician de los efectos en la vegetación y el paisaje creados por el incendio. Puede constatarse la presencia en la zona de algunos pícidos y páridos (p. ej: pico picapinos, carbonero común), entre otras. Estas aves suelen permanecer en el bosque quemado si no se retiran los árboles afectados por el fuego, pues en zonas post-incendio se incrementa la presencia de hongos e insectos, que atraen a aves insectívoras, especialmente en zonas afectadas en media o alta intensidad por esta perturbación. En los troncos quemados se pueden apreciar marcas de la actividad de estas aves, buscando insectos bajo su corteza.
El nuevo mosaico puede favorecer la permanencia de aves anteriormente presentes, pues permite que no abandonen la zona y puedan continuar explotando el nuevo hábitat perturbado, protegiendo a los árboles verdes de plagas de hongos e insectos. Las aves de zonas abiertas posiblemente se verán favorecidas, pudiendo alimentarse también en las zonas quemadas con más intensidad. Algunas aves de importancia singular presentes en la zona, como el azor, pudieron verse afectados por el incendio, en caso de afectar algún nido. Sin embargo, el resultado de la perturbación sobre el paisaje puede favorecer su presencia a medio plazo, pues esta ave selecciona espacios abiertos donde cazar.
Los espacios abiertos también pueden generar hábitats aptos para que especies como el hortelano, collalba negra o águila perdicera, colonicen estos espacios, en ocasiones recuperando antiguos territorios, de los que habían sido expulsados por el incremento del bosque durante los últimos decenios. Finalmente, cabe destacar que, según diversos estudios, la gestión post-incendio de la masa forestal quemada (p. ej: la retirada de árboles muertos), podría suponer un impacto mucho mayor para la avifauna que el fuego en sí mismo.
Queremos agradecer especialmente a Francesc Moncasí por su contribución en el apartado de los efectos del fuego en la avifauna.
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